Cuando el médico nos informó del diagnosticó de principios de Alzheimer, de mi señora madre, quien sobrepasó los 70 años, comprendí de cerca que su vejez comenzaba a teñirse de olvido y vi en los ojos de su compañero de toda la vida, una consternación que raras veces se lee en las pupilas de quien te vio cruzar por el umbral de la niñez, la juventud y la adultez.
Comprendimos, también, que comenzábamos a vivir otro estadio en la familia, sabíamos que los meses y años posteriores merecen nuevas formas de comunicarnos. Quizá de sensibilizarnos, o de negar algo que está presente, y que sin lugar a dudas, nos pondrá más de una lágrima en nuestra cotidianidad.
No obstante, sabemos –también- que muchas familias que, como la nuestra, están pasando este calvario, seguramente impotentes o ignorantes ante una enfermedad que va atenuando la vida de un ser quien dio parte de su ser para todos; como una cruel analogía a las semillas de diente de león que se alejan por doquier, con una fragilidad única que hasta una leve brisa las pone en el aire.
Es que mientras tengamos la vitalidad en nuestras células, sino comprendemos la rémora del crepúsculo, quizá no habremos aprendido a vivir…
Vivir de cerca… esa innata necesidad del ser humano de apoyar y ser apoyado… más aún cuando hay quienes llegan a la indefectible meta…
Entonces, el Alzheimer es como una campanada para despojarnos de ese asidero que nos hace creer implícitamente que somos eternos, y que nos mueve a comprender en la necesidad de unirnos profundamente, de decirnos… “esto también… lo vivimos…”
Gustavo Cardoso Subieta
Foto: G. Cardoso / Mujer de Rurrenabaque - Beni - Bolivia
1 comentario:
me gusta la iniciativa que estan tomando mas cuando en bolivia se carece de una asociacion como esta un gran abrazo y a seguir adelante
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